Claudia Falconi Burbano / Agosto 2020 / Tintas al alcohol
PATAGONIA PAMPEANA
Ana Catalina Burbano
A Edu Figueroa
Hueso del mar, espuma de los siglos.
Alto cristal del tiempo prolongado entre Plaza Huincul y Cutral Co.
-Sueño petrificado en los ojos de todos.
En las abuelas y en los nietos piqueteros, que son los che del agua y la arena del cielo.
Agua encendida debajo de las piedras.
-Piedras pintadas del color del fuego que guardan.
O sea del color de los dinosaurios, que es también el de Edu y Gabriela, el de Felicinda y Bruno, el de Carlos y tú.
Bruno Basualto canta de ese color.
-En los pagos neuquinos, sus canciones son como lágrimas olorosas sobre el desierto que arde.
Arena del cielo, donde pierden sus huellas los caminantes.
-Para encontrarlas luego debajo de la tierra.
O entre el sonido de los pájaros del fin del mundo.
Donde crepita la memoria de las constelaciones, más allá de la lenga, en el rock de La Moto y Aoniken.
Debajo del viento, en el invierno del parque, Edu canta bajito a los caminantes.
-Su voz delgada avanza entre los árboles, como humo que sale del corazón.
Lía un cigarro que nos perfuma el hambre y el frío.
Canta para nosotros y se hace grande.
Grande como el árbol más noble de agosto.
-Ya en su casa, vacía sus bolsillos sobre la mesa y esta se llena de manjares nunca vistos.
Todos saben que a Eduardo Figueroa lo parió una estrella fugaz.
-Por eso su voz alumbra el corazón de los árboles.
Y orienta el vuelo de las sombras extraviadas como nosotros.
Agosto de 2002
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