POESÍA



Expreso 33

Lo que más extraño de mi antigua  casa es que abría la puerta y tenía el cielo delante.
- Sí, para tener el cielo delante bastaba con abrir la puerta de tu casa.
Adentro, en cambio, la humedad de la tierra me calentaba los huesos.
- Sí, la humedad de la tierra trepaba por los huesos de tus piernas.
De humedad y de huesos estoy hecha.
- Hecha de huesos está tu humedad.
Humedad huesuda. Cuando salgo los paraguas se abren.
- Lluvia de huesos humedece las calles.
Húmedos, los huesos se abren.
- Hilachas de humedad van quedando en el suelo.
Hilachas huesudas.
- Hay una que se colgó de un paraguas.
Soy yo.
- Espera. Voy contigo.

Ana Catalina Burbano
Aldea Poética II, Poesía en Acción, página 47.
Editorial Opera Prima
Madrid, 2000.








HAIKU

Jimi Hendrix se quita
la camisa, siempre rojos
los sueños, siempre llenos.

Ana Catalina Burbano
Aldea Poética III, Haiku, página 31
Editorial Ópera Prima.
Madrid, 2005.







PALESTINA


Mi madre nació en Palestina.
No en la del Medio Oriente, sino en la de Río Verde.
-Amaneció en los brazos de su abuela y, antes del anochecer, ya había plantado una matita de yuca.
La madre de mi madre no sabía leer.
-A ella le gustaba reír y cantar.
Mi madre no aprendió a reír y cantar.
-A los catorce años se graduó de maestra.
Enseñaba a niños más grandes que ella y ganaba el pan para sus hermanos, para su madre y para su abuela.

Cuando amanece, el cielo de Palestina se pone verde.
-He pasado por allí en la madrugada y he visto que el aire es verde.
Verde y fresco, como el aliento de los árboles.
-Los árboles de Palestina son altos, como la lluvia.
Los árboles, último rostro de los abuelos.
-La lluvia, río primero de los que cantan.

Después las voces crecen sobre la tierra.
-Y también sobre el agua, que es verde.
Del tamaño del día, así son las palabras en Palestina.

-Las he visto al oscurecer, en cuclillas, entre las piernas de las mujeres.
Descalza y en cuclillas, así cantaba mi abuela.
Liaba hojas de tabaco y cantaba.

-Elegguá y Yemanyá, dioses guerreros, viajaban en vapor, los ojos sueltos entre las copas de los árboles.
Algunos hombres se detuvieron a escucharla, entonces ella guardó sus palabras.
-Las envolvió entre las hojas de tabaco y miró hacia donde creyó que estaba el mar.

Con los pies en la tierra y la cabeza en el mar.
-Acunando a su hija más allá de la lluvia.
Ánima sola, humando sobre los techos de las casas.

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